VALÈNCIA. Bloques cebra en tu zona. Tu bloque cebra y cada día el de más gente. La irrupción de esta tipología de edificios, tiene la capacidad para explicar a todo un país. Como una especie foránea lanzada salvaje a un ecosistema ajeno, las cebras están campando a sus anchas en València, de norte a sur de oeste a este. Una colonización del paisaje, de la socialización y de la arquitectura. También un aviso lanzado sin anestesia: no hay realidad local, todo es lo mismo, estés donde estés, por tanto ésta es tu ciudad, como podría ser cualquier otra.
Vamos a comenzar por el principio. El bloque cebra es ese edificio que ves en la nueva promoción cerca de tu barrio y que, con aspecto de asepsia quirúrgica, reproduce las bandas blancas y negras de manera sistemática, sin permitir que ningún atisbo de rasgo endémico penetre en sus formas. Una cebra dejada caer sin coordenadas.
“La cebra es producto de un sistema inmobiliario en el que el diseño y la arquitectura apenas tienen cabida”, reflejan los responsables de la iniciativa ‘Bloque Cebra’, el primer mapeado de este frenesí arquitectónico a lo largo de toda España. “Los principales agentes de la construcción (promotoras privadas, constructoras, inmobiliarias) carecen de incentivos para invertir en calidad arquitectónica: en este modelo, los procesos creativos se perciben como un obstáculo, un incordio dentro de un proceso hiper-eficiente orientado a construir y vender rápido”. El resultado, explican, es una supuesta “arquitectura moderna y de vanguardia cuando en realidad no es más que un modelo generado por tablas de Excel”.
Uno de los grandes exponentes del movimiento cebra habita en Turianova. “Una barbaridad y un gran ejemplo de este sistema”, sostienen los autores de la iniciativa divulgativa. “Desde el planteamiento urbano completamente fuera de escala e inhumano, la arquitectura aséptica y plana, la falta de servicios en el barrio… es un ejemplo difícil de comparar con nada. Lo peor es ver cómo venden todo el planeamiento como sostenible y smart cuando en realidad es verdadero pelotazo urbanístico que pasará a la historia como una de las barbaridades de nuestra época”.
Las otras cebras recorren, en manada, la nueva Malilla, Quatre Carreres, pero también se han divisado ejemplares cerca de Pont de Fusta. Lejos de una tendencia puntual, su crecimiento es fruto de una ecuación casi perfecta, por tanto exponencial. Está formada “por costes y procesos burocráticos”, explican desde ‘Bloque Cebra’. “Funciona como un sistema de franquicia -similar a un McDonald’s o un H&M- en el que la mayoría de las decisiones de diseño ya vienen predeterminadas: la materialidad y los colores, los huecos de ventana, las carpinterías o incluso los tipos de cubierta llegan casi by default desde las promotoras, siguiendo sus calendarios, sus hojas de cálculo y sus criterios de lo que se vende rápido y sin riesgo. El arquitecto se convierte en un agente casi burocrático, obligado a moverse dentro de reglas rígidas, ejecutando proyectos repetitivos y carentes de alma”.
Podría creerse que hablamos solo de estética. En fin, otro edificio blanco bandeado allá a lo lejos. Pero que la piel no impida ver el verdadero eje del problema. “La consecuencia -señalan- es la herencia de un parque urbano disfuncional, un problema común en muchas ciudades europeas que, en su momento, experimentaron con nuevos modelos urbanos que terminaron fracasando y que hoy se han convertido en focos de vandalismo e inseguridad. La arquitectura, el urbanismo y el paisaje constituyen una gran responsabilidad que, sin embargo, estamos delegando en manos de técnicos de la administración y en promotoras privadas: agentes que, en muchos casos, ni comparten ni persiguen estas inquietudes”.
Es el triunfo de la desubicación. De la pérdida rampante de soberanía local. También con los bloques de pisos la ciudad o la haces o te la hacen. Cuando te la hacen corres el peligro de que tu arquitectura se acabe pareciendo solo a una cebra.