El curso escolar empezará este próximo lunes 8 de septiembre con miles de niños que regresarán a las aulas después de más de dos meses de vacaciones. Como suele ocurrir en las fechas próximas a la fecha de inicio, algunos alumnos están nerviosos y a otros les empieza a afectar el síndrome posvacacional.

Sea como sea, este curso llega marcado por la decisión de terminar con el uso de los teléfonos móviles en las clases, con el objetivo de que centren su atención en los contenidos y no se dispersen o sientan la necesidad de salir al patio para consultar las notificaciones en WhatsApp o TikTok.

Jóvenes atentas a las pantallas de sus móviles.

Jóvenes atentas a las pantallas de sus móviles. / Jordi Cotrina

La medida incluye la restricción total para los niños de infantil y primaria (entre los 3 y los 12 años), que no podrán acceder al centro educativo con ningún dispositivo, tampoco con relojes inteligentes. Hasta los 16 años, en cambio, sí que podrán portarlos, aunque deberán mantenerlos apagados desde que entren, hasta la hora de salir, también en el recreo u hora de comer.

Para los más mayores, los condicionantes quedan supeditados a la decisión de los docentes, que deberán explicar qué tipo de uso se puede hacer de la telefonía.

Sin embargo, como en este curso, hace unas décadas también se produjo un importante cambio en las clases que prohibía una actividad que hasta entonces era habitual en los colegios: el tabaco. Por anacrónico que parezca hoy en día, hasta el 1984 los profesores podían fumar en clase porque la ley se lo permitía, pero desde entonces se aplicó el veto.

Así lo recogían las cámaras de los ‘Telenotícies‘ de TV3, en Catalunya, donde más de uno no estaba del todo de acuerdo con la medida: «En el patio se puede fumar, ¿no?«, preguntaba un hombre que recibía la información de la negativa en el momento. «¡Las tabacaleras tendrán que cerrar!«, se escandalizaba.

Sin embargo, los alumnos agradecían esta nueva legislación porque el humo les provocaba problemas respiratorios: «Está bien, porque así cuando entramos a las 9, muchas veces tenemos que abrir las ventanas porque casi no podemos respirar«, apuntaba una joven. «Se me secan los ojos y empiezo a llorar. Y después huele mal«, indicaba una compañera.

También había profesores que lo veían con buenos ojos: «Va muy bien porque los críos se acostumbran a vernos fumar, y entonces fumarían ellos también«, aseguraba una maestra responsable.

La información indica que también se prohibían las «muestras de tabaco en los centros escolares«, una práctica que hoy es completamente impensable y denunciable por ley. Una muestra más del paso de los tiempos y que lo de antes no siempre fue mejor, sobre todo en lo que respecta a la salud.