Domingo, 7 de septiembre 2025, 00:08
Geraint Thomas (Cardiff, 1986) estuvo cerca de irse terraplén abajo en los Alpes y se chocó contra un poste tres años antes de ganar el Tour. Fue en el siempre peligroso descenso hacia Gap, donde Alberto Contador también besó el suelo en 2013 y no muy lejos de la curva que lapidó al más alto nivel a Joseba Beloki en 2003. En una curva cerrada, a Barguil no le dieron los frenos y chocó contra el galés, que se fue contra el palo. De milagro no cae al barranco. La gente le levanta. Se duele de la cabeza. Llega el médico e inicia el protocolo de conmoción. «¿Cómo te llamas?». «Chris Froome», le responde. Se hace el silencio. Uno, dos segundos. Hasta que Thomas se empieza a reír y busca la bici para montarse. El doctor tuvo que reprimirse.
El humor ácido ha distinguido siempre la figura del británico, que hoy abandona el ciclismo en la última etapa del Tour de Gran Bretaña. «Disfrutando tanto de mi último año en bici, he decidido añadir La Vuelta a mi programa No hay nada mejor que correr en España en agosto. Una última vez», escribió en Twitter. Era 1 de abril. Día de los inocentes en el mundo anglosajón. «España es para las vacaciones», despejó. Nunca le ha gustado La Vuelta. La ha corrido dos veces. En 2015 terminó el 69º. «Pero he ganado mucho tiempo de autobús». Los traslados se le hacían más duros que las etapas. Volvió en 2023, la edición que empezó en Barcelona con una contrarreloj por equipos que acabó a oscuras. «Vete a la Vuelta, dijeron, es la grande más relajada».
Más allá de las bromas, el ciclismo pierde sin Thomas a un ciclista superlativo. Se va con un Tour de Francia (2018), un segundo puesto (2019), un tercero (2022), un podio en el Giro (2023), París-Niza (2016), Dauphiné (2018), Tour de Suiza (2022), Romandía (2021), Harelbeke (2015)… Un palmarés difícil de igualar al que sumar dos oros olímpicos y tres campeonatos del mundo en pista. Porque a los niños británicos que a principios de siglo les gustaba la bici les llevaban a un velódromo.
Thomas se crió en el seno de una familia obrera de Cardiff. Estuvo en el mismo colegio que Gareth Bale, estrella del fútbol; y Sam Warburton, estrella del rugby y empezó a andar en bici en un patio trasero de su casa. Gana la París -Roubaix juvenil en 2004 y le recluta la Academia Británica de ciclismo. «Era simplemente un gordo con potencia. Era joven, bebía cervezas. Como buen galés, me encanta vaciar pintas». Perdió el bazo, por un accidente mientras entrenaba y comenzó a probar en el ciclismo en carretera con el Saunier Duval de Matxin.
Al año siguiente, en 2007, le hicieron un hueco en el Barloworld . Ahí arrancan las similitudes con Froome. Debuta en el Tour, descubre la tortura. Termina el 140º. Solo por delante de Win Vansevenant, tres veces farolillo rojo. Pesaba 75 kilos y donde mejor se desenvolvía era en las clásicas de los adoquines. Pero nació el Sky en 2010, y le reconvirtió de la misma manera que hizo con Wiggins. Thomas fue un excelso gregario de Froome y aprovechó la oportunidad en 2018. Fue el mejor pese a que el equipo, una noche en la que se saturó el aire acondicionado del hotel, le dió la habitación fresca al keniata. Llegó a ganar de amarillo en el Alpe d´Huez. El Giro de 2023 se le escapó de las manos en la crono final por 14 segundos. De jóven le llamaban «pingüino». Tierno por fuera y fiero por dentro. Ahora es ‘G’, el que hoy se emocionará en Cardiff en el fin de fiesta que le tienen preparado.
Comenta
Reporta un error