La patata ocupa un papel protagonista en las cocinas de todo el mundo gracias a su gran versatilidad. Ya sea en forma de chips crujientes, al horno, cocida o convertida en un suave puré, en España sigue siendo un ingrediente muy valorado tanto en recetas tradicionales como en propuestas más modernas del día a día. Pese a ser uno de los alimentos más queridos a nivel mundial, también es uno de los más demonizados.
En los últimos años la patata ha sufrido una mala fama creciente: muchos la señalan por su gran aporte calórico y la consideran culpable del aumento de peso, hasta convertirla en un alimento estigmatizado. Sin embargo, esa visión simplista no tiene en cuenta factores clave que determinan su verdadero impacto en la dieta, como la cantidad consumida o la forma de cocinarla, por lo que no puede culparse al tubérculo en sí de manera directa.
Según hizo saber el nutricionista Luis Alberto Zamora durante su sección en el programa ‘Y ahora Sonsoles’, la forma en que se cocinan puede convertirlas de un alimento nutritivo a una bomba calórica. “Depende de cómo la cocines, cambia totalmente su perfil nutricional”, explica mientras muestra que 100 gramos de patatas fritas equivalen a más de 520 calorías, frente a tan solo 73 si son cocidas.
Patatas fritas en freidora de aire.ALI MAJDFAR / Getty Images
Trucos para su preparación
Aunque el tubérculo aporta vitaminas y minerales valiosos, como potasio, magnesio, varias vitaminas del grupo B, folato y vitamina C, su imagen se ha visto empañada por la mala fama de su composición calórica. Zamora ha insistido en que no es la patata en sí la responsable de la mayoría de los problemas, sino el método de cocinado. La fritura aumenta el contenido graso y puede favorecer picos de glucosa en sangre si se consume en exceso.
Frente a esto, el nutricionista ha señalado trucos sencillos para conservar las virtudes de la patata y hacer que este plato sea más saludable. Uno de los consejos estrella: cocer la patata y dejarla enfriar antes de consumirla o recalentarla. Con esto se consigue almidón resistente: “Cambia la estructura, ya no se absorbe tanto, pasa al intestino, se convierte en un prebiótico y no da esos picos de azúcar”, asegura el experto.
Otra recomendación es combinar la patata con alimentos ricos en fibra, proteínas o grasas saludables, como verduras, legumbres, pollo, aceite de oliva o aguacate. “Hace como una red de pescar, envuelve los hidratos y los libera más lento”, cuenta Zamora. Incluso añadir vinagre o limón a la preparación puede moderar ligeramente la respuesta glucémica.
En definitiva, la patata puede seguir formando parte de una dieta equilibrada siempre que se elija bien la técnica culinaria y se complemente con ingredientes que moderen la carga glucémica. Como resume Luis Alberto Zamora: no es el tubérculo lo que “engorda”, sino cómo se transforma en la cocina.