Antes del comienzo del actual Eurobasket, todos los pronósticos apuntaban a figuras como Luka Doncic (Eslovenia), Nikola Jokic (Serbia) o Giannis Antetokounmpo (Grecia) como claros aspirantes a ser el jugador más determinante del torneo. Es cierto que los balcánicos y el heleno … han rendido a un nivel excepcional, pero el turco Alperen Sengun (Giresun, 23 años), por sorpresa, ha conseguido colarse en este selecto grupo. El pívot de los Houston Rockets dio ayer todo un recital ante Suecia en el duelo que abría los octavos de final al sumar 24 puntos, 16 rebotes y seis asistencias, números que clasificaron a los otomanos para la siguiente ronda. Hasta su defensor, el interior del Joventut Simon Birgander, acabó rendido ante su talento. «Te diría que incluso ha sido divertido competir contra el mejor jugador del Eurobasket hasta la fecha», reconoció el nórdico.

Su actuación contra los suecos no fue una excepción. Sengun es el quinto máximo anotador del torneo (22 puntos de media), el segundo en rebotes (10,7) y, pese a jugar de pívot, el tercero en asistencias (6,7). Un depredador casi definitivo que no solo encandila en el viejo continente, sino que también es considerado como una de las grandes estrellas emergentes de la NBA. No en vano, los Rockets le firmaron el año pasado un contrato de cinco años que le reportará 185 millones de dólares (unos 157 millones de euros). Brillantes luces del presente que poco tienen que ver con el pasado del jugador, un tiempo en el que incluso estuvo a punto de morir en dos ocasiones.

Sengun nació y se crió a las orillas del Mar Negro, en la localidad de Giresun, al noreste de Turquía, y, como él mismo ha reconocido, sus primeros años en este mundo estuvieron marcados por la escasez. Su padre era pescador, pasaba largas temporadas enrolado, pero su salario no daba para cubrir las necesidades del joven Alperen y de su hermano mayor. Quizás fueron estas carencias las que le empujaron a las calles, donde pasaba todo el día con sus amigos en busca de aventuras. «Tenía heridas y cicatrices en todos lados, desde los hombros hasta las rodillas, porque nos encantaba saltar por los techos de los edificios», aseguró en una entrevista con el medio ‘The Athletic’. Incluso estuvo a punto de perecer cuando, en medio de aquellas arriesgadas coreografías, fue atropellado en dos ocasiones: «Casi acabo muerto».

Fueron todos esos incidentes los que le empujaron a buscar una vida mejor con el deporte como trampolín. Primero probó suerte en la natación aunque, con 12 años, fue captado por un entrenador de baloncesto que ya vislumbraba parte de su potencial. Se mudó a Bandirma, a más de 1.000 kilómetros de su hogar, para ingresar en la academia de un club local, alfa de un ascenso que todavía no ha conocido techo. Con 18 años debutó en la primera división turca con el Besiktas y, solo unos meses después, fue nombrado mejor jugador de la temporada. Al año siguiente ya estaba en la NBA y ahora es el Eurobasket el que sufre sus diabluras sobre la pista.