El alzheimer es una enfermedad degenerativa, pero el diagnóstico «no es una sentencia de muerte», subraya Nina Gramunt Fombuena, doctora en Psicología y Neuropsicología, experta en formación y divulgación de la Fundación Pasqual Maragall. Cuando el diagnóstico es precoz, explica la neuróloga de la unidad de Alzheimer del Hospital Clínic e investigadora del grupo Idibaps Neus Falgàs, «quedan años para hacer una vida relativamente autónoma» y para mantenerse activo y, por supuesto, hacer estimulación cognitiva. Ambas expertas detallan las siete claves básicas para afrontar esta vivencia con rigor científico y herramientas disponibles en el día a día.

Los neurólogos han constatado que, en materia de alzhéimer, la sociedad ha pasado de «no darle importancia, con lo cual se llegaba a las consultas en fases avanzadas de la enfermedad, a estar excesivamente sensibilizados«, según Gramunt. Lo primero que debemos preguntarnos es si los problemas de memoria que provocan a veces la alarma son fruto o no de un momento vital estresante, un duelo, una jubilación… En caso contrario, «si persisten en el tiempo, van a peor y no están relacionados con un acontecimiento complicado, lo mejor es consultar», explica Falgàs. Existen pruebas neurológicas y también los análisis de sangre sirven para determinar un diagnóstico.

Si el diagnóstico es positivo, el mensaje de los expertos es no poner todos los huevos en la misma cesta (la de hacer ejercicios de memoria constantemente). Se trata, según detalla la doctora de la Fundación Pasqual Maragall, de promover una vida saludable en todas las esferas: la alimentación, el ejercicio físico y los factores de riesgo cardiovasculares. También es aconsejable, según describe Falgàs, «acudir a un grupo de estimulación cognitiva, a una terapia con un neuropsicólogo para llevar a cabo ejercicios de memoria, y a un logopeda si se ve afectado el lenguaje».

«La socialización es una fuente muy rica de estimulación cognitiva –describe Gramunt– y seguramente es más agradable que ponerse a hacer sudokus como un autómata». Socializar tiene tres grandes beneficios: es más fácil promover hábitos saludables si lo hacemos de forma compartida (ejercicio físico, comidas, cenas) que no si lo practicamos en solitario; es muy fácil que el cerebro esté estimulado porque siempre se aprende algo nuevo (compartir experiencias de un viaje, hacer planes…) y, además, aleja de un problema social grave como es el de la soledad no deseada. «No recomendamos quedar en casa y mirar la tele porque el cerebro se acostumbra a trabajar poco si lo hacemos trabajar poco«, explica la experta del Clínic.

No tiene sentido emplearse en ejercitar la memoria en casa con prácticas que no apetezcan, recomiendan ambas doctoras. Gramunt pone el ejemplo de los sudokus para subrayar que, si la persona los hace por obligación, no generarán el efecto deseado. Se deben buscar ejercicios que sean motivadores (jugar al ‘memory’, por ejemplo, si es del agrado de la persona) y que generen un cierto reto, que no sean los ejercicios que la persona ya sabe hacer. Falgàs añade que no es recomendable ponerse el listón demasiado alto, para evitar la frustración de no poder llevar a cabo la tarea emprendida.

El polo opuesto a estos ejercicios es la pasividad en casa, delante de la tele o haciendo scroll con el móvil mirando redes sociales. «Lo que no ayuda –detalla la profesional– es todo lo que represente un logro pasivo de información«. Es decir, ver la tele no ayuda, salvo si se trata de concursos que estimulen la memoria, por ejemplo. Y las redes sociales pueden ser útiles si son la antesala a un encuentro presencial con amigos.

El diagnóstico del alzhéimer puede sacudir las emociones. Además, según Falgàs, «la propia enfermedad propicia ciertos cambios en el cerebro, que controla las emociones, y elloi puede generar más irritabilidad, más ansiedad o problemas para dormir». Recurrir a un apoyo psicológico puede ser útil, y también «hablar mucho y dejarse ayudar«, según detalla Gramunt. «Si tendemos a esconderlo, es fácil que aparezcan sentimientos de culpa, de frustración o de autoculpabilización –señala la experta–. Por ello es bueno abrirse, hacer las preguntas que se considere necesario y recibir apoyo psicológico». Falgàs añade que «no hace falta decirle a todo el mundo que tienes la enfermedad, así evitaremos situaciones incómodas por parte de la gente que no comprende el Alzheimer». Sobre los efectos anímicos, es bueno subrayar que si la persona se va retrayendo, se genera una espiral negativa que afecta además a la recomendación de mantenerse activos. A la hora de buscar información, es básico recurrir a fuentes fiables, rigurosas, frente a los «vendedores de humo» que se están aprovechando de la situación, en palabras de la doctora. La Fundación Pasqual Maragall dispone de un blog útil, llamado Hablemos sobre el alzhéimer.

No se trata solo de dormir las horas necesarias, sino de dormir bien. ¿Por qué? «Cuando bajamos la persiana –detalla la doctora Gramunt– se registra mucha actividad cerebral, relacionada con el proceso de limpieza del cerebro, que limpia restos tóxicos del día anterior, entre ellos las proteínas vinculadas a la enfermedad del Alzheimer. Además, «una de las estrategias que ayudan más a consolidar nuevos aprendizajes durante el día es dormir bien«; explica la experta de la Fundación Pasqual Maragall. Dormir servirá para consolidar esos ejercicios que, como insiste Falgàs, pueden consistir sencillamente en mantener una rutina «con un papel y un lápiz, dibujando, leyendo o practicando algún juego».

Suscríbete para seguir leyendo