Si tienes cáncer y vas a hacer deporte, compañeros, profesores o monitores te tratan “como si tuvieras ochenta años”. Como si fueras a romperte. Lo sabe bien C.A.R, que prefiere no dar su nombre y que se le identifique solo con las siglas precisamente para evitar que se le trate como una persona más frágil que lo que es. Con el deporte, ha conseguido evitar que el cáncer la arrincone y la encierre en casa. “No hay que fragilizar al enfermo, hay que darle fuerza, tonificarlo y hacerlo trabajar hasta su límite”, considera. Y eso es lo que ha hecho con ella y con una treintena de pacientes oncológicos más el programa Oncosport de la Universitat Politècnica de València, una serie de sesiones deportivas adaptadas y sobre nutrición para el alumnado, profesorado, investigadores y demás personal de la institución. Sus procesos oncológicos y tratamientos son distintos. Sus límites físicos y su evolución también. Pero todos empezaron en Oncosport por un motivo común: “Queremos vernos fuertes”.
Oncosport nació en septiembre de 2024, cuando esta usuaria y otra compañera con cáncer lo propusieron a la UPV y fueron a buscar a Sonia Herrero, graduada en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte y máster en Actividad Física Oncológica. Sabían que necesitaban un enfoque especializado que les permitiera moverse y ganar fuerza. Está científicamente probado, destaca Herrero. Tratamientos como la quimioterapia, explica, dan lugar a una pérdida de masa muscular, por lo que el entrenamiento ayuda a eliminar la toxicidad y fortalecer el cuerpo para hacer el tratamiento más efectivo. A los pacientes en radioterapia, añade, hay que ayudarles a movilizar el cuerpo, porque uno de los efectos secundarios es que el tejido “se agarrota, se pierde movilidad”. Con el tratamiento hormonal que se usa para algunos cánceres de mama, por su parte, “a veces se induce a las mujeres a una menopausia precoz con más riesgo de osteoporosis”. Es decir, que queda claro que el deporte ayuda.
“La actitud de ‘ay, pobrecita’ no es útil, hay que dar el máximo”
Por eso, Oncosport organiza dos veces a la semana sesiones de una hora en grupos de, como máximo, doce personas. Herrero prepara un circuito “para que todos trabajen según las intensidades que necesiten” con ejercicios de fuerza, de movilidad o de equilibrio. Son clases adaptadas, pero exigentes. “Cuando se trabaja con patología crónica, y más en el cáncer, la actitud enseguida es “ay, pobrecita”, pero eso no es útil”, afirma. La entrenadora sabe que lo que marca la diferencia es “dar el máximo dentro de los límites”. Alguna vez ha llegado a entrenar a grupos de pacientes oncológicos en salas en las que solo le habían preparado gomas o pelotas. “Pero nosotros necesitamos usar peso, hacemos step, trabajamos bien”, indica.
Una de las clases de Oncosport / UPV
Los deportistas de Oncosport, cree su monitora, están contentos y se sienten capaces y empoderados. “Al principio del programa, una de las usuarias no podía ni sentarse en el suelo, y ahora está con el step y hace todos los ejercicios”, celebra. Las evaluaciones trimestrales muestran que todos han mejorado, “incluso la gente que está en tratamiento o ha tenido alguna operación y ha tenido que faltar a algunas sesiones”. Pero lo que no muestran los datos médicos es el efecto positivo del clima de complicidad y confianza. “Es un grupo de iguales, y eso importa”, destaca. “Yo les puedo decir que no se preocupen si se les duermen las extremidades, porque eso se pasará y se recuperará con trabajo, pero no es lo mismo que si se lo dice otra persona que acaba de pasar por eso, ese apoyo es brutal”, destaca.
“Empezamos a normalizar la vida”
“Somos cohesión pura, se ha creado un vínculo de ánimo, de complicidad, nos reímos de nuestras tonterías”, coincide C.A.R. No se comparan entre ellos, sus procesos son diferentes: “Hay gente que levanta pesas de un kilo y otros lo hacemos de cinco, pero todos hemos evolucionado”, celebra. La última alegría fue ver que podían tocarse una mano contra otra por detrás de la espalda. Lo notan, en general, en la pérdida de peso, la flexibilidad o la tonificación. “Yo, en mí, lo noto en la definición muscular, pero también en que tengo muchísimas más ganas de iniciar cosas, menos agotamiento físico”, afirma esta usuaria. Cree que el deporte ha hecho que empiecen a “normalizar la vida”. Que ayuda a que el cáncer no se les coma todo el pensamiento y todo el tiempo. “Anímicamente no estás tan pendiente”.
Claro que su vida ha cambiado, y también cómo hace deporte. Antes iba al gimnasio por placer, recuerda, y hacía spinning o musculación, pero ahora intenta tener cuidado con no caerse, tiene la guía de Sonia casi constantemente y, en definitiva, es “más prudente, pero no más fragil”. “La palabra autonomía es muy importante para nosotros, y con el deporte vemos que somos capaces de hacer por nosotros mismos movimientos o ejercicios”.
Algunas usuarias del programa Oncosport en clase / UPV
“En nutrición, se les da poco apoyo y van perdidos”
Pero Sonia Herrero no está sola al frente de Oncosport. En el proyecto de la UPV la acompaña también la nutricionista Elena Talavera, que acudió a diseñar sesiones sobre alimentación en respuesta a las dudas y los mitos de los usuarios. “Le transmitían a Sonia que iban muy perdidos porque, una vez se diagnostica la enfermedad, en la Seguridad Social hay muy pocos nutricionistas de apoyo”, afirma Talavera.
Se oyen muchas cosas, se dicen muchas cosas. Muchas que no son ciertas. Como que el azúcar alimenta al cáncer y, por tanto, se debe dejar de comer hidratos. O como que se debe comer solo proteína. Por eso, Talavera se centra sobre todo en dar “estrategias nutricionales” para hacer frente a la enfermedad, pero también al tratamiento. Explica cómo organizar las comidas del día, pero también qué comer para reducir los efectos secundarios de los tratamientos, qué evitar cuando aparecen los vómitos o el mal sabor de boca. Información y datos contra el pánico porque, reconoce la nutricionista, el cáncer “todavía es una enfermedad que da mucho miedo, y eso hace que se busquen soluciones a la desesperada”. Por eso, cree la experta, el apoyo “multidisciplinar” de diferentes especialidades ayuda a que nadie tenga que hacer esa búsqueda temerosa en fuentes sin contrastar. Como las sesiones de este año se han quedado “muy cortas”, repetirá el que viene. En septiembre, pues vuelven las pesas, las sentadillas y los estiramientos. Y el empoderamiento de un grupo de personas que no están dispuestas a dejarse “arrinconar” por el cáncer.
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