¿Qué tiene que ver la menopausia con la neurología?
Mucho más de lo que se suele pensar. El cerebro es un órgano neuroendocrino, produce sus propias hormonas, como los estrógenos o la progesterona, y tiene receptores que las necesitan para funcionar bien. Cuando estas hormonas caen durante la menopausia, hay áreas del cerebro que pierden hasta un 30% de su eficiencia energética. Esto afecta funciones esenciales como la concentración, la memoria, la motivación o la toma de decisiones.
¿Por eso se habla de niebla mental en esta etapa?
Exacto. Muchas mujeres experimentan falta de foco, olvidos, procrastinación o dificultad para tomar decisiones. No es que estén enfermas: es que el cerebro literalmente tiene menos energía. Y si encima hay estrés o falta de sueño, se agrava. El cerebro consume el 20% de la energía del cuerpo en reposo, pero puede llegar al 40% en situaciones de tensión. Si bajan las hormonas y sube el cortisol, todo se complica.
¿Son síntomas temporales o se cronifican?
Se pueden prolongar. La menopausia no es un paréntesis, es una etapa que puede durar décadas. El problema es que, salvo que se actúe, el déficit hormonal permanece. Algunas mujeres lo notan más que otras, según su genética, su historial hormonal o su sensibilidad a la inflamación, que es clave en el envejecimiento cerebral.
¿Qué hábitos ayudan a mitigar estos efectos?
Lo primero es saber que esto nos pasa. Muchas mujeres llegan a consulta sintiéndose culpables, pensando que son vagas o que tienen depresión. Entender lo que ocurre es el primer paso para empoderarse. A nivel físico, es fundamental mantener un metabolismo flexible: moverse cada día, hacer ejercicio en ayunas, no cenar tarde, evitar picar constantemente. Comer dos o tres veces al día con buenos volúmenes y nutrientes. También cuidar la microbiota y mantener una buena masa muscular. El músculo es salud cerebral. Es muy importante saber cómo cuidar nuestro cerebro en la menopausia, por suerte hay startups como Madequa que están trabajando en eso.
¿La suplementación debe ser personalizada y controlada?
Siempre. Existen suplementos naturales eficaces, pero deben pautarse según cada caso. Muchas mujeres toman cosas sin saber si realmente las absorben o si las necesitan. Idealmente, habría que medir marcadores hormonales, de inflamación, neurotransmisores, niveles de cortisol o sensibilidad a la insulina. La medicina de precisión sirve justamente para eso: tratar a cada persona según su perfil.
¿Cómo afecta el calor del verano a todo esto?
Muchísimo. El hipotálamo, que regula la temperatura, también tiene receptores hormonales. Cuando bajan los estrógenos, se vuelve más sensible. Por eso el calor dispara los sofocos y dificulta aún más el sueño. Y si no dormimos, el cerebro no se regenera, no consolida la memoria ni limpia los restos del metabolismo diario. Dormir bien es básico para evitar enfermedades neurodegenerativas.
¿Se habla poco del impacto cognitivo de la menopausia?
Poquísimo. Se habla de sofocos, de la piel, del peso… pero no de que las mujeres tenemos un 30% más de riesgo de demencia que los hombres. A los 65 años, casi el doble. No porque vivamos más, sino por cuestiones hormonales y metabólicas. Nuestro cerebro es más complejo, más conectado y más sensible a la inflamación. Necesitamos estudiarlo más y prevenir mucho mejor.
¿Qué mitos existen sobre la menopausia?
Que la menopausia es el declive de la mujer. Para mí es un nuevo comienzo, una oportunidad de vivir con más conciencia, con todo el bagaje emocional y vital que tenemos. Y también que los síntomas se deben tratar con pastillas sin mirar qué los causa. No puede ser que una mujer diga ‘me siento mal’ y solo reciba un antidepresivo. No todo es psiquiátrico: muchas veces es bioquímico. Y se puede tratar.
¿Cómo podemos acompañar mejor a las mujeres en esta etapa?
Escuchándolas. No todas son iguales ni tienen los mismos síntomas. Hay que estudiar su caso, entender su historia, trazar un plan de salud individualizado. Solo así podemos garantizar que lleguen bien al resto de su vida. La menopausia no es el final, es el comienzo de una etapa que puede ser plena, si el cerebro tiene energía para vivirla.
¿Qué mensaje le daría a una mujer que empieza a notar estos síntomas?
Que no está sola, ni loca, ni rota. Que lo que le ocurre tiene una base biológica real y que puede entenderlo, medirlo y tratarlo. Que su cerebro no está fallando, sino que está pidiendo ayuda. Y que esta etapa, bien acompañada, puede ser un renacer. Pero necesitamos información, escucha y una medicina que mire más allá del síntoma.
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