Carlos G. Fernández

Sábado, 6 de septiembre 2025, 00:03

Todo empezó en primera persona: «Yo he dormido bien durante muchos años, pero comencé a escribir esta novela porque llevo un tiempo durmiendo mal». Isaac Rosa, prolífico hombre de letras, presenta estos días ‘Las buenas noches’ (Seix Barral), su última propuesta. Lo del insomnio fue para él toda una sorpresa, pasó por todas las fases clásicas (la más hilarante, la de los miles de supuestos remedios infalibles) y acabó poniendo el foco en otra primera persona, la del plural. «Te sientes totalmente solo, te parece que eres el único que no puede dormir. Y al ponerlo en común empecé a ver la cantidad de gente que dormía mal alrededor. Teníamos cierta necesidad de compartir, de contar, de darnos cuenta de que no estamos solos».

Esto no es un ensayo, aunque haya una investigación concienzuda sobre el no dormir y sus soluciones: aquí hay también un amor muy curioso y adictivo, que sostiene el libro intercalado con un diario del noctámbulo. El personaje, ya neurótico de descansar poco y mal, tiene un encuentro en un hotel que apunta a una infidelidad sin frenos, pero que se materializa en una relación de amantes del sueño, pues «no hay deseo, sino deseo de dormir». El narrador y esa mujer descubren que solo consiguen dormir bien si están juntos. Rosa explica que usó «todos los ingredientes de la relación amorosa convencional, incluso contada con los mismos elementos narrativos, el mismo lenguaje, la misma secuencia de acontecimientos». Atravesamos el juego de miradas, la primera y segunda cita, y presenciamos una bella historia donde dos personas casadas quedan en sórdidos hostales a espaldas de sus parejas para meterse en la cama, abrazarse y quedarse fritos, con un nivel de dependencia cada vez mayor. «Dormir puede ser algo más íntimo que el propio sexo», recalca el autor.

Este extraño romance mueve la novela, pero está complementada por reflexiones que el personaje escribe sobre cada noche: apunta horas efectivas de sueño, pastillas ingeridas, sensaciones y mucha información: cómo hacen los marines americanos para dormir en plena guerra, qué recomiendan los gurús de la autorrealización física, o cosas más peregrinas: «Me hacía mucha gracia el fenómeno del turismo del sueño, toda una industria dentro de estos hoteles y balnearios que te ofrecen paquetes para dormir».

Isaac Rosa tras la entrevista

Isaac Rosa tras la entrevista

José Ramón Ladra

También estuvo en el lado opuesto, más joven. «No buscar la forma de dormir, sino de dormir menos. Todos hemos picado alguna vez en eso, somos candidatos de acabar en el Club de las 5 de la mañana, que es lo peor que te puede pasar».

Isaac Rosa menciona a Kafka como famoso escritor nocturno, pero le interesan más las miradas contemporáneas, como las de Samantha Harvey o Marie Darrieussecq y sus libros recientes sobre el insomnio. «Las noches de no dormir dan para mucho, y también para fantasear. Empiezas a ver las posibilidades narrativas del insomnio, cómo funciona la cabeza cuando no duerme». Y así se lee este narrador: ansioso, atropellado, que estira un flujo de pensamiento irónico y divertido dando saltos temáticos fruto de la desesperación. «Los momentos más felices de la escritura aparecen cuando acabas encontrando el tono, el ritmo, esa música que te imaginabas, el ‘a qué suena esta novela’. Ahí cojo cierta velocidad, aunque en mi caso luego dedico mucho tiempo a reescribir».

El remedio infalible

La tesis del escritor está en ese salto del singular al plural, ese compartir el sueño y sus problemas. «El remedio es que lo veamos como un problema social, grande, colectivo. Puede haber cosas que te alivien individualmente, pero garantizar unas condiciones de vida para la gente eliminaría muchos problemas de insomnio. Quitan el sueño las preocupaciones materiales, laborales, inmobiliarias». En cierto momento reproduce una hoja que te dan los médicos de cabecera, ‘Consejos para dormir bien’. Comienza con «Cuide la dieta» y cosas así, pero Rosa los completa con «Reduzca su jornada laboral. Elimine las horas extra», hasta llegar al último consejo del folleto: «Implante una renta básica universal».

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