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Diez consideraciones para usar antipsicóticos en personas adultas mayores
Foco en el riesgo vital y la deprescripción
Una revisión española ofrece pautas sobre el uso de antipsicóticos en geriatría, cuándo prescribirlos y cuándo retirarlos. Algunos puntos relevantes del documento son:[1]
- Recordar que el uso de antipsicóticos en personas adultas mayores con demencia se asocia a riesgo de muerte, eventos cerebrovasculares, caídas, infecciones de las vías urinarias, aumento de peso, diabetes y mayores tasas de hospitalización e institucionalización.
- Estos fármacos deben administrarse con precaución en pacientes con insuficiencia renal o hepática, antecedentes de enfermedad cardiovascular, enfermedad de Parkinson, depresión e hipertrofia prostática o con riesgo de glaucoma de ángulo estrecho. Además, por riesgo de fotosensibilidad se debe tener cautela con exposiciones prolongadas a la luz solar.
- De acuerdo con la guía clínica del National Institute for Health and Care Excellence (NICE), los antipsicóticos para personas adultas mayores con demencia están limitados a casos de riesgo físico (autolesión o amenaza a otros) o cuando la angustia del paciente por alucinaciones/delirios es grave.
- Deben considerarse medidas no farmacológicas en caso de insomnio. Si hay síntomas conductuales asociados a la demencia, recomendar terapia de relajación y conductual. También se recomienda a los cuidadores mantener iluminado el lugar donde se encuentra el paciente, aumentar la actividad física y ofrecer líquidos fríos en el día y leche caliente en la noche.
- Luego de empezar el tratamiento se deben realizar controles a los tres meses y al año, según comorbilidades de los pacientes. En esta consulta se requiere incluir verificación de peso, signos vitales, electrocardiograma y examen neurológico para verificar trastornos del movimiento, así como hemograma completo, electrólitos, pruebas de función renal, hepática, perfil lipídico, glucemia, hemoglobina glucosilada y prolactina.
- Se puede iniciar tratamiento con antipsicóticos como haloperidol (0,5 mg/día) o risperidona (0,25 mg/12 horas), pero debe considerarse en periodos cortos.
- Para la deprescripción hay que diseñar un plan de reducción (20 % a 25 % cada 1 a 2 semanas) que pueda ser explicado a familiares junto con asesoría o tratamiento conductual como apoyo: terapias ambientales y conductuales. Cuando se llegue a la dosis de 25 % de la inicial, mantenerla durante una semana y finalmente suspender la toma del fármaco.
- En adultos de edad avanzada con insomnio primario o secundario debe suspenderse abruptamente el antipsicótico si se ha tomado menos de seis semanas. Si el uso ha sido superior a este periodo, se recomienda reducir la dosis progresivamente mientras se implementan medidas de higiene del sueño.
- Es clave enseñar a los cuidadores a usar técnicas de distracción, establecer rutinas y brindar respuestas calmadas cuando los pacientes estén ansiosos o inquietos.
- Dentro de los errores a evitar se incluyen: cronicidad del tratamiento, considerar solo la terapia farmacológica, no investigar causas que ocasionen la demencia y estimar que es solo por la edad.
Estas son pautas que pueden ayudarle en la consulta y que requieren de un análisis no solo detallado del paciente, sino de su entorno y del abordaje de su cuidador.
Datos clave sobre la población adulta mayor en España
Indicadores significativos que relevantes para la práctica clínica
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) dio a conocer el informe Un perfil de las personas mayores en España 2025: Indicadores estadísticos básicos, documento que expone una visión de las condiciones de vida de la población de 65 años y mayor en el país. Estos son los hallazgos más importantes:[2]
- Veinte por ciento de los residentes de España tiene 65 años o más. Al 1 de enero de 2024 el número de residentes en España fue de 48.619.695, de los cuales alrededor de diez millones son adultos de 65 años o mayores (20,4 % de la población total). Este dato muestra un incremento de tres décimas en comparación con el mismo periodo del año anterior, alcanzando el nivel más alto registrado hasta ahora. Se prevé que para 2045 la población de personas mayores superará los 15,9 millones, es decir, un total de 29,2 % de la población que para ese año puede ser de más de 54 millones de personas.
- La proporción de personas mayores en las zonas rurales (28,8 %) es mayor que en las urbanas (19,7 %). De los casi diez millones de personas mayores en 2024, más de 7,7 millones viven en áreas urbanas, destacando Madrid y Barcelona con cerca de un millón; las mayores proporciones en relación con la población total de cada provincia se encuentran en el noroeste de la península, en las provincias de Soria, Zamora, Salamanca, Ourense, Ávila, Palencia, Lugo, Segovia, León, Burgos y Teruel. Debido al progresivo envejecimiento de la población, se espera que el envejecimiento y la despoblación rural se intensifiquen.
- Habrá feminización de la vejez. Aun cuando nacen más hombres, estos sufren mayor mortalidad en todas las edades, por lo que el aumento de la edad en las mujeres los supera en número. En 2024 en el grupo de 65 años y mayores, el total de mujeres fue de 5.601.899, lo que representa 29,5 % más que los 4.326.469 hombres.
- Entre 2014 y 2020 las enfermedades crónicas más comunes en los hombres mayores de 65 años fueron hipertensión, hipercolesterolemia, diabetes, artrosis y dolores osteomusculares. En las mujeres, además de estas, se asocian incontinencia urinaria, varices y osteoporosis, que aumenta el riesgo de fracturas y pérdida de autonomía.
- Las causas de mortalidad más frecuentes en adultos mayores son las enfermedades del aparato circulatorio, seguidas de patologías oncológicas y enfermedades del sistema respiratorio.
También se dan a conocer indicadores económicos que vale la pena revisar en el informe.
Adelantos en ictus y enfermedades neurovasculares
Una enfermedad objetivo, tres alternativas
Con el objetivo de seguir aportando herramientas para mejorar la calidad de vida de las personas que padecen un evento cerebrovascular o una enfermedad neurovascular, mediante nuevas estrategias de diagnóstico, tratamiento y rehabilitación, el Vall d’Hebron Instituto de Investigación (VHIR) lleva a cabo tres proyectos innovadores:[3]
El primero de ellos es UMBRELLA, cuyo objetivo es integrar datos reales sobre ictus en siete hospitales de Europa e instalar nuevas tecnologías que complementarán la práctica clínica para mejorar el seguimiento de los pacientes. También se trabajará en la unificación de protocolos y la organización de criterios comunes, asegurando la protección de datos y la propiedad intelectual.
La segunda innovación es TRUSTroke, solución digital basada en inteligencia artificial con la que se hace seguimiento personalizado a los pacientes con antecedente de ictus isquémico. Durante dos años se evaluaron datos retrospectivos para entrenar algoritmos de inteligencia artificial y se realizaron encuestas para identificar las necesidades de pacientes y profesionales. En la siguiente fase del estudio clínico se evalúa la utilidad de la plataforma para predecir la evolución de los pacientes a corto y largo plazos después del evento cerebrovascular y prever si hay riesgo de nuevas hospitalizaciones. Hasta la fecha 500 pacientes participan en el estudio.
El tercer aporte del instituto consiste en nuevas terapias para el ictus basado en mecanismos de lesión y reparación, identificación de biomarcadores (sanguíneos, genéticos, proteicos, de microARN y de imagen) y terapias basadas en nanomedicina. Asimismo, investigan sobre los contaminantes ambientales y su efecto en el riesgo de daño neuronal asociado al ictus.
Adelantos prometedores para una enfermedad cuyas secuelas afectan la vida de los pacientes.