A ‘Chefo’ Cobo se le ocurrió una idea. Junto a un grupo de amigos con los que había terminado sus estudios en el Instituto Besaya, … se había quedado sin lugar en el que jugar al baloncesto. Así que les propuso a sus amigos crear un club para poder jugar. Pero con una condición. Que tuviese un carácter social, con equipos en todas las categorías. Y que quien se implicase, lo hiciese de tal forma que no solo fuese jugador, sino entrenador de niños, buscador de patrocinios… Que fuese un club diferente. Quizá no había otra opción para crear un club de la nada en la Torrelavega de 1975, en un deporte como el baloncesto con una repercusión muchísimo menor a que pueda tener en la actualidad. Nacía así la Sociedad de Amigos del Baloncesto Torrelavega. El SAB, como se le conoció durante muchos años y que terminó con su actividad en los primeros años del presente siglo. El cincuenta aniversario de esa creación se conmemorará durante el próximo mes en una exposición, ideada por Aris Rosino, en la Sala Mauro Muriedas de Torrelavega y que se inauguró este viernes. Y a buen seguro que en este mes pasará por ahí buena parte de toda la comarca del Besaya. Porque en sus cientos de fotografías, recortes de prensa, carteles, camisetas, balones o recuerdos, se condensa una historia de lo más bonita. La de un grupo de amigos que dio el paso de crear ese club diferente y que, con los años, llegó a la cima del baloncesto español, la Liga ACB.

«Ya había clubes antes en Torrelavega. Incluso un torrelaveguense, Tinuco Lorenzo, había jugado en el Barcelona», señala Nacho Cobo, uno de los fundadores del SAB Torrelavega y hermano de ‘Chefo’. El grupo de amigos que puso en marcha el club también tenía otra «cabezonería», añade Cobo, como era que en Torrelavega hubiese un lugar cubierto para jugar. «Se derribó el pabellón de Sniace y no había nada. Y por esa cabezonería nuestra, se hizo luego el Vicente Trueba, otros tres pabellones más… Y de ahí, hoy en día hay más de 30 canchas cubiertas en la ciudad».

El SAB crecía con los años. Hasta el punto de que en toda su trayectoria, «habrán pasado algunos miles de jugadores, seguro», resalta Cobo, «ya que siempre había entre 14 y 16 equipos de todas las categorías». El club se hizo grande y llegó un punto de inflexión. «Había que tomar una decisión, la de crecer más profesionalmente. Y ahí apareció la figura de Nilo Merino». Con él al frente, el SAB emprendió ese camino que le llevaría a lo máximo. Pero siempre paso a paso. «Porque en 28 años de actividad, tener un club que no fuese deficitario, era algo impensable. Pero en la junta directiva había un condicionante: el club no podía tener pérdidas», comenta Cobo. «Éramos un club austero. Y si había un poco de beneficio, se invertía en comprar balones o fichar a algún jugador». Club austero, pero apasionado. « En 1988, 65 personas fuimos a Estados Unidos a ver partidos de la NBA. El primer club de España que llevó una delegación allí», rememora entre risas Cobo, que añade que siempre hubo un respaldo inquebrantable: «las peñas, los aficionados. Cuando ves en la grada gente tan implicada…».

El ascenso

Y en 1997, el ascenso a la ACB. Con la base de jugadores formados en el club, más algún refuerzo de garantías. «Ascendimos categoría a categoría. Y el primer partido que jugamos en la ACB… Pues fue un orgullo, el de pertenecer al equipo de tu ciudad», apunta Luis Merino, jugador de aquel equipo. De aquella época rememora a dos de las figuras que marcaron para siempre la historia del SAB. «Como jugador, Bob Harstad. Y como entrenador, Quino Salvo. Aquella época del ascenso es la más bonita para la gente», añade Merino.

La conversión en sociedad anónima, el traslado a Santander… Los ecos del SAB se apagaron a principios de siglo. Pero el recuerdo perdurará siempre. «Todos los años, muchos exjugadores vienen para pasar un día», concluye Merino. El SAB, aquel club creado por amigos para jugar al baloncesto, dejó muy buen recuerdo entre mucha gente.