Sábado, 16 de agosto 2025, 10:43
Dormir mal puede afectar al cerebro mucho antes de que aparezcan las primeras señales de la enfermedad de Alzheimer. Un nuevo estudio del proyecto ALFASleep, liderado por el Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC), centro de investigación de la Fundación Pasqual Maragall, y en colaboración con la Fundación ‘la Caixa’, revela que tener un sueño de poca calidad, con mayor fragmentación, se asocia con cambios estructurales del cerebro en regiones vulnerables a la enfermedad de Alzheimer, en personas sin deterioro cognitivo e independientemente de la presencia de la patología.
La investigación, publicada en la revista ‘Alzheimer’s & Dementia’, destaca por su robustez metodológica, realizando una monitorización objetivo del sueño y evaluaciones cerebrales multimodales, incluyendo biomarcadores de líquido cefalorraquídeo (LCR) e imágenes de resonancia magnética. El estudio ha sido dirigido por la Dra. Laura Stankeviciute, primera autora de la investigación y el doctor Oriol Grau, líder del Grupo de Investigación Clínica y en Factores de Riesgo por Enfermedades Neurodegenerativas del BBRC. Los hallazgos refuerzan la evidencia creciente de que la falta de sueño puede comprometer la estructura cerebral independientemente de la patología clásica de la enfermedad de Alzheimer, y las mujeres muestran una mayor susceptibilidad a estos efectos.
El estudio incluyó a 171 adultos cognitivamente sanos, la mayoría con un mayor riesgo de sufrir Alzheimer, de la cohorte ALFA+, que forma parte del estudio ALFA del BBRC, impulsado por la Fundación ‘la Caixa’.
«Los trastornos del sueño son una característica común del envejecimiento y son aún más pronunciados en personas con enfermedad de Alzheimer. Los resultados de este estudio no sólo apoyan descubrimientos previos, sino que también revelan un patrón particularmente destacable: hemos observado cambios medibles en la estructura cerebral que se producen independientemente de los biomarcadores clásicos de la enfermedad. Esto sugiere que la fragmentación del sueño puede contribuir a alteraciones cerebrales relacionadas con la enfermedad a través de vías que no se explican únicamente por la patología establecida», explica Dr. Oriol Grau.
A diferencia de estudios anteriores que se basaban en informes subjetivos, esta investigación utilizó el actígrafo, un dispositivo no invasivo que rastrea los patrones de sueño en su entorno habitual durante periodos de hasta dos semanas, proporcionando una evaluación más precisa. Los participantes también fueron evaluados con resonancia magnética cerebral y análisis de líquido cefalorraquídeo para medir las proteínas amiloide y tau, principales biomarcadores de la enfermedad de Alzheimer.
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