Cada vez se habla más del ayuno intermitente, pero no siempre con base científica. Ahora, un estudio dirigido por Jonathan Ruiz, catedrático del Departamento de Educación Física y Deportiva de la Universidad de Granada, arroja luz sobre el tema y confirma lo que muchos intuían: ayuda a perder peso, mejora la salud metabólica y puede incluso prevenir enfermedades graves como el cáncer.

Ruiz y su equipo han trabajado con 200 personas con sobrepeso u obesidad, analizando cómo influye el horario de las comidas en el cuerpo. Y los resultados señalan que comer temprano y dejar de hacerlo al final de la tarde parece ser la fórmula más saludable. «El patrón de alimentación más beneficioso es aquel que se salta la cena», explica el investigador. Y es que según comentó recientemente en el programa ‘Despierta Andalucía’ de Canal Sur, sería recomendable no comer nada a partir de las seis de la tarde.

Comer menos horas al día, no menos comida

El estudio parte de una idea muy simple, la de reducir la ventana de tiempo en la que comemos cada día. Es decir, no se trata tanto de comer menos, sino de hacerlo en un periodo más corto. En este caso, los participantes podían alimentarse durante ocho horas al día y ayunar las dieciséis restantes, con la única excepción del agua, el café o el té sin azúcar.

«El ayuno intermitente no es una dieta milagro ni una moda», aclara Ruiz. «Es una manera distinta de organizar las comidas, una estrategia que le da al cuerpo tiempo para descansar, regularse y quemar mejor la energía que ya tiene acumulada».

Por qué dejar de cenar puede ser beneficioso para el cuerpo

Entre las diferentes formas de practicar el ayuno intermitente, la que mejor resultado dio fue la del ayuno temprano, en la que se come solo hasta media tarde. Según el estudio, evitar la cena favorece una mayor quema de grasa, mejora la sensibilidad a la insulina y ayuda a dormir mejor, ya que el organismo no está ocupado digiriendo alimentos durante la noche.

«Lo ideal sería que nuestra última comida del día fuera ligera y no demasiado tarde», sugiere Ruiz. «Nuestro cuerpo está preparado para comer de día y descansar de noche. Cuando alteramos ese ritmo, es más fácil que aparezcan problemas de peso o de salud».

Beneficios para la salud más allá del peso

Uno de los aspectos más interesantes del estudio es que los beneficios del ayuno intermitente van más allá de la pérdida de peso. Los investigadores encontraron, por ejemplo, una reducción de la grasa que se acumula en el páncreas, un factor de riesgo importante en el desarrollo de cáncer pancreático.

Además, los participantes reportaron sentirse con más energía, menos hambre entre horas y una mayor sensación de bienestar general. Muchos incluso aseguraron que les resultó fácil mantener este patrón cinco o seis días a la semana, algo que no siempre ocurre con las dietas tradicionales.

Un cambio de hábito que sí se puede mantener

Para Jonathan Ruiz, la clave está en que el ayuno intermitente es una estrategia realista y sostenible. No exige contar calorías ni eliminar grupos de alimentos, solo reorganizar los horarios. Eso sí, insiste en que cada persona es diferente, por lo que es importante adaptar el método a las necesidades de cada uno y, si es posible, hacerlo con la orientación de un profesional.

Su investigación ha tenido tanto impacto que el catedrático ha sido galardonado con el Premio Ciencias de la Salud de la Fundación Caja Rural Granada, un reconocimiento que respalda el valor de su trabajo en la promoción de hábitos saludables.

En definitiva, adelgazar sin pasar hambre y ganar salud al mismo tiempo no parece una promesa imposible. Según la ciencia, basta con algo tan simple como cenar antes o, mejor aún, no cenar. A veces, los cambios pequeños —como dejar que el cuerpo descanse unas horas más sin comer— son los que marcan la diferencia.

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